Insólita leyenda de la Salvia
La Leyenda de la salvia: la planta que sí ayudó a María.
La Leyenda de la salvia: cuenta la historia que hace mucho tiempo, nació un niño llamado Jesús, que resultó ser el hijo de dios. Este pequeño pasó por un gran peligro cuando apenas era un bebé. Era la época del rey Herodes, y este rey, al oír que había nacido ‘un rey’, pensó que lo que quería era arrebatarle su trono.
Herodes mandó matar a todos los bebés menores de dos años de Belén, para asegurarse de que ese niño no ocupara su lugar al crecer. Pero unos ángeles avisaron a San José y a María, quienes se pusieron de inmediato en marcha para huir de esta ciudad.
A mitad de camino hacia Egipto, escucharon el sonido de unos caballos y se dieron cuenta de que podían ser los soldados de Herodes. Miraron alrededor en busca de un lugar donde esconderse, pero solo vieron tres plantas: un precioso rosal lleno de rosas rojas, unos pequeños tréboles y una planta de salvia.
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La Leyenda de la salvia: la planta que sí ayudó a María
La Virgen María preguntó al rosal:
– Rosal, ¿podría esconderme con mi hijo detrás de ti? ¡Nos persiguen los soldados de Herodes! ¿Podrías taparme con tus rosas?
– ¡No!- respondió asustado el rosal- Si te descubren los soldados, cortarán mis hermosas rosas…
La Virgen María lo intentó con los tréboles:
– Y vosotros, tréboles, ¿podríais ocultarme?
– ¡Ni hablar!- respondieron con desdén los tréboles- Somos muy frágiles, y seguro que los soldados nos cortan con sus espadas…
María recurrió entonces a la última planta, que era algo más pequeña, la salvia:
– Y tú, salvia, ¿podrías ocultarnos de los soldados?
La salvia, conmovida ante el peligro por el que pasaban, respondió:
– Claro que sí. Venid, ocultaros detrás de mí…
Y al esconderse tras la salvia, pasó algo asombroso: de pronto ésta comenzó a crecer y a florecer. Adornada con unas hermosas flores malvas que olían muy dulces, el recién nacido sonrió, y los soldados pasaron de largo sin verles.
Desde entonces, la salvia ofrece a todos propiedades curativas, por demostrar su gran bondad y generosidad, mientras que al rosal comenzaron a salirle espinas, para que nadie pudiera tocarle y los tréboles, tan vanidosos, se quedaron pequeños para siempre, por haber sido estas dos plantas tremendamente egoístas.
Fuente: Tu cuento favorito
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